Lina Vega Estarita, Mg en Comunicación y Laica Consagrada de la Comunidad Palavra Viva
Todos escuchamos que Dios nos creó a su imagen y semejanza (Gn 1,26). Nos han dicho que nos ama, nos planeó y nos deseó desde antes que naciéramos (Jr 1,5). Sin embargo, muchas veces ignoramos que si nos dotó de ciertas características es porque también soñó algo para nosotros. Claro que en su infinito amor, nos da la libertad de escoger si queremos vivirlo o no. Su deseo es que le preguntemos como San Francisco: Señor ¿qué quieres de mí?
Antes de hacer esa pregunta, yo tenía un plan que incluía 5 años en el exterior estudiando un doctorado, matrimonio, hijos, ser profesora y conferencista internacional. A pesar de parecer perfecto, existía una duda muy grande: ¿en eso quiero gastar mi vida? Sabía que solo hay una y no podía jugar con mis decisiones. Quería dar lo mejor de mi, retribuir a Dios por lo que me había dado, hacer la diferencia en la vida de otros y no vivir solo por aquellos a quienes amo. Entonces, todo lo que planeaba no parecía suficiente para mí.
Recordé la invitación que me habían hecho para participar de la Escuela de Evangelización en la Comunidad Palavra Viva en Brasil. La idea de ir un tiempo en misión a otro país, formarme y crecer en la espiritualidad, me sedujo. En la Escuela los jóvenes viven dentro de la Comunidad y se forman en más de 40 cursos, además de vivir un proceso intenso de cura y autoconocimiento. De alguna forma, conseguí extraer 6 meses de mi plan a 5 años para ir a Brasil antes de hacer el doctorado.
Así me fui de casa, despedí mi grupo de oración, mi trabajo y mi familia. Estando en Brasil, me dieron dos becas en Estados Unidos. Pero en mi oración también le decía: “si no es para mí, no me dejes ir”. Lo que vivía era como si Jesús manejase mi carro y yo iba de copiloto, solo que la dirección del GPS la había puesto yo, Él me llevaría a donde yo dijera, pero en su corazón, deseaba que lo dejará a Él decidir el camino.
Durante la primera misión en Brasil, visité una escuela para hablar de cómo nuestra vida solo tenía sentido al servir a los demás, y ahí, al vivir 100% para los otros, algo en mi comenzó a despertarse, mi plan perfecto de 5 años para ser exitosa ya no parecía tener sentido para mí. Después de mucha oración, escucha de Dios y coraje, renuncié a ese plan.
En una segunda fase, Dios me dijo: lo quiero todo. Paralelamente conocía cada vez más la Comunidad brasilera en la que estaba, y para mi sorpresa, me sentía feliz viviendo lo que los consagrados vivían, una vida intensa de oración, estudio, servicio y entrega total. Las renuncias parecían pequeñas en comparación a vivir para Cristo, y de repente, no me veía haciendo otra cosa. Por eso hoy vivo como laica consagrada un camino de discernimiento dentro mi nueva casa Palavra Viva y me siento realizada al ver los sueños de Dios cumplirse en mi.
Muchos me dicen, “pero puedes hacer eso casándote”. Y podría, pero no de la manera que mi corazón requiere. El celibato no es una imposición, es una cualidad en la forma de amar, un corazón indivisible, y necesitas descubrir si está en ti o no. Por eso, no es un peso. Dice San Juan Pablo II en la Teología del Cuerpo, que es estar llamado a vivir como alma esposa aquí la tierra, en anticipación de lo que todos viviremos en el cielo.
Rezo para que todos los jóvenes que preguntan Señor ¿qué quieres de mí? puedan abrir su corazón a las posibilidades, para descubrir el sueño de amor que Dios tiene para ellos, que puedan bajar la resistencia, atreverse y quebrar su perfume a los pies de Jesús sin ninguna reserva. La recompensa: la salvación de las almas y vivir el cielo aquí en la tierra.
Referencias
Génesis 1,26
Jeremías 1,5
Comunidad Católica Palavra Viva – Escuela de Evangelización
Juan Pablo II Teología del Cuerpo, Catequesis 77.