En las comunidades cristianas es muy frecuente ver a la juventud dedicada a servirle a Jesús, ya sea en las actividades de la Iglesia, grupos de oración, servicios de música, danza, teatro, predicación. Esto llena de gozo el corazón de nuestro Padre Dios, que sonríe al estar cerca de nosotros, porque en el Servicio estamos cerca de Dios, cuando servimos Él está a nuestro lado y se hace uno con nosotros.
Sin embargo, muchos jóvenes viven el servicio al Señor como una etapa de sus vidas y cuando sienten que han cumplido un ciclo en un grupo de oración -ya sea por tiempo de servicio, la edad, por razones de estudio o laborales, por unirse en matrimonio o por tener hijos- dejan de servir en la vida comunitaria.
Es muy cierto que cuando cambiamos nuestro estado de vida, y pasamos de estar solteros a estar unidos en santo matrimonio, la vida nos demanda cosas diferentes y el mismo Dios nos pide ser ese Jesús al interior de la familia que estamos formando. Pero, alejarse del servicio en la vida comunitaria y de la comunidad a la que pertenecemos, puede ser el comienzo para que poco a poco dejemos de estar involucrados en los asuntos del señor.
Conocemos casos de parejas jóvenes que fueron buenos servidores, se unieron en matrimonio y por la demanda del trabajo y de los hijos, se alejaron primero de la vida comunitaria, y años más tarde sin darse cuenta fueron cediendo otros terrenos. Primero la asistencia a eucaristía ya no es tan frecuente, luego la eucaristía dominical ya no es una prioridad, la oración personal se va perdiendo y poco a poco la vida espiritual se va secando.
Pero también conocemos parejas de jóvenes servidores, que unidos en santo matrimonio siguen sirviendo al Señor. Sirviendo desde el seno de sus familias, con su esposo, esposa e hijos y también sirviendo en la vida comunitaria, alimentándose constantemente de la palabra y el pan de vida Eucarístico, viven con gozo cerca del amor de Dios esta nueva etapa de sus vidas.
En ocasiones, siendo jóvenes servimos al señor y no nos detenemos a preguntarnos. ¿Quiero Servir toda mi vida? o ¿Esto es tan sólo una etapa? Hoy te invitamos a hacerte esas preguntas y cuando las contestes ya tendrás una respuesta que te ayudará a seguir forjando tu proyecto de vida con Cristo.
Si él te ha llamado joven, mantente fiel, mantente firme, que la conversión es diaria y por la salvación se lucha hasta el último día de nuestras vidas. El servicio forma, el servicio moldea, en el servicio el Señor llena, sacia la sed del alma con su infinito amor y sana todas nuestras heridas. Qué tal si hoy, como María, le decimos al Señor un SÍ eterno. No es casualidad que estés leyendo esto, digamos juntos: ¡Señor quiero servirte toda mi vida!