Por @lorerodriguez22
El alma anhela la unidad, tiene hambre de amar, y así va acumulando encuentros y desencuentros, sin perder ese dulce deseo; y heridas van quedando en el corazón, tras cada beso que se regaló, tras cada lágrima que se derramó al encontrar nuevamente una decepción. Otro falso amor y ¡cuánta desmotivación! Ya no queremos repetir esta situación. Tomamos decisiones con desesperación, y no miramos a nuestro interior, ¿verdaderamente hemos sanado el pasado que nos destruyó, entregamos ya a Dios esa reconstrucción? No le preguntamos a Dios, si es el momento que Él pensó, si estamos listos para una nueva relación, si es esta la persona para la cual nos preparó. Sin oración e inocentes, nos aventuramos por soledad o confusión, a vivir otra vez historias que al comienzo tienen mucha ilusión, pero que luego van mostrando que no es el momento, que es un error, y vamos perdiendo tiempo para volver a mirar adentro, donde algo pendiente quedó; pues nadie puede dar de lo que no tiene, ni de lo que no reconoce en Aquel que le creó.
Fuimos creados por el mismo Amor para amar, moldeados hemos sido por sus manos para su rostro reflejar, a su imagen y semejanza hoy podemos caminar en esa misión que en el corazón está. Si en plena conciencia y bajo su orientación divina y celestial, hemos descubierto que nacimos para una familia formar, si es el matrimonio el sacramento que queremos honrar, no podemos continuar creyendo en mariposas que pronto salen a volar, buscando en cada esquina con quien nos vamos a casar, jugando a prueba y error sabiendo que nos vamos a lastimar.
No se turba el corazón si con Dios está, ¿por qué entonces la angustia, por qué la preocupación de cuándo llegará? ¿Dónde está nuestra confianza en Dios, si sabemos que todo bien lo ha pensado ya? ¿Por qué no aprovechar este tiempo de intimidad?, pues antes de amar a otro, con Él nos debemos encontrar, a Él lo tenemos que amar y así aprender a dar más. Si aún no ha llegado la persona con la que un proyecto de vida queremos continuar, revisemos esas cosas que hay por arreglar. No estamos listos y Él nos quiere preparar, ordenando nuestra vida, limpiando nuestra suciedad, lavando las culpas que nos llevaron a fallar.
Si con un ser humano excepcional queremos caminar, acaso nos hemos preguntado si ya somos la mejor versión que esa persona merece amar. Antes de al otro querer enamorar, ¿ya hemos logrado nuestro corazón conquistar?, ¿somos realmente libres para amar, o aun tenemos mucho que moldear?. Antes de a una nueva relación entrar, cabe mirarse al espejo y preguntarse con sinceridad, preguntarle a Dios si el alma está lista para arriesgarse, para saltar. ¿Cuáles son esas virtudes que queremos empezar a desarrollar? ¿cuáles son esos miedos que nos paralizan y nos hacen todo racionalizar? No seamos egoístas, con noviazgos pasatiempos, para un buen rato pasar, para distraernos o salir a rumbear, no seamos egoístas llenando de regalos a quien no valoramos de verdad, comprando una falsa felicidad, abrazando la vulnerabilidad de quien su corazón si está dispuesto a entregar, si nosotros aún no estamos listos para empezar, si aún no hay un compromiso real.
Si mucho aún tenemos que cultivar, para florecer y buen fruto dar, es la soltería un tiempo maravilloso para crecer y soñar, para colocar al servicio de Dios los talentos que nos quiso regalar, para conocerlo con toda su bondad, y así verlo como ese esposo que con su amada Iglesia se quiso quedar. Necesitamos el abrazo de Dios, el único que con su amor nos hace estallar de felicidad, pues si con Él estamos, ¿qué más puede faltar? Es también la soltería momento indicado para amistades santas fortalecer y conservar, para crear lazos que perduren hasta la eternidad, para conversar en profundidad y darse la oportunidad de aprender de los demás.
Nos nos alarmemos al reconocer que más tiempo requerimos para sanar, hay que darle al alma ese respiro y esa paz, para todo organizar, y así depurar todos esos recuerdos que nos quieren anclar, a una vida de pecado, de tristeza y de necedad. No nos aceleremos por encontrar a quien aún no vemos llegar, no nos encaprichemos con relaciones querer forzar, no nos debemos conformar.
Aventurarse en relaciones sin conocer o sin dialogar nos pueden llevar a experimentar la desesperanza y frustración al querer al otro cambiar. Por eso hay que pedir siempre al Señor que sea nuestra guía y que nos cuestione en realidad si conocemos bien a quien decimos amar, si le aceptamos sin exigencias ni demandas que queramos presionar. ¿Estamos viviendo en libertad cada etapa de esa bella amistad o nos dejamos consumir por la ansiedad pensando en la posibilidad de fracasar? A cada cosa debemos darle su justo valor y su lugar, por eso la confianza en Dios no nos va a defraudar, pues Él todo lo hace nuevo y lo puede transformar, para enseñarnos cómo una sana relación conformar.
Hoy Dios nos invita a detenernos, para meditar, y en cada pregunta de este escrito orar y reflexionar. No debemos sentir temor al reconocer que no es el momento de una decisión trascendental, tampoco nos debemos paralizar si ya sentimos esa libertad para amar. Dios conoce el anhelo que tenemos de unidad, pero primero desea con nosotros fundirse en el altar, en el altar de nuestra alma en la cual desea morar; y así cada nuevo día al despertar, miraremos al cielo con gratitud y con mucha paz, en la esperanza de que nuestra vocación de amor no morirá jamás.