Por Lore Rodriguez,
A ti que estuviste muy enamorado(a), tanto que creíste que con esa persona pasarías el resto de tus días, y buscando amor tomaste una decisión que no tendría vuelta atrás, a ti que por quedar bien con los demás te apresuraste a vivir aventuras por soledad, dejándote llevar por tus hormonas, solo por curiosidad. Si con miedos e inseguridades entregaste lo más preciado a quien amabas y luego te sentiste mal, a ti está dirigido este artículo pues aún estás a tiempo de vivir tu segunda virginidad.
Puedes llegar a pensar que se ha echado todo a perder, que si ya se ha cedido en una oportunidad, estás obligado a continuar haciéndolo, y terminas tratando de mantener una relación insostenible que si bien puede tener cosas muy buenas, ha caído en el uso. Si has estado o estás en una situación como la anterior, seguramente han sido días difíciles en los que la tristeza y el sentimiento de culpa llegaron a hacerte creer que no merecías la mirada del Señor, días en los que si la relación terminó, el sufrimiento tocó a tu puerta y te viste sin opciones; y la ilusión de aquel amor que querías vivir diferente al de los demás se vio empañado por la lujuria y el pecado.
Sin embargo, a ti joven que lees te digo que ahí en tu oscuridad, en ese barro que te hace sentir sucio, ahí puedes sentir el llamado de volver al principio, a los brazos del único que nunca te ha abandonado, del único que puede volver a hacer de ti alguien nuevo, devolviéndote tu dignidad de hijo (a) y tu valor como hombre o como mujer: Jesús. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rm 5,20) y solo Él puede restaurar toda tu esencia, tu cuerpo, tu alma, tu vida y tu corazón, para vivir en una nueva oportunidad, para sanar las heridas que deja la sexualidad mal llevada y conquistar nuevamente tu virginidad.
Entonces, ¿es posible vivir una segunda virginidad? ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? (Jn 3,4). Para volver a nacer, basta abandonarse en el que lo hace todo posible por acción de su Espíritu Santo. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu (Jn 3, 6). Por eso, por su gracia, es posible vivir una segunda virginidad. Él hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5) y en su infinito amor y misericordia te invita a volver a empezar pues siempre se está a tiempo de esperar. Y esperar no es solamente abstenerse sexualmente sino que en el reconocimiento de la castidad, como una virtud y don de Dios, aprendemos a orientar nuestras pasiones de tal forma que no haya una represión que corra el riesgo de desbordarse.
Claramente hombres y mujeres vivimos la virginidad de una forma diferente, pues nuestra vivencia del lenguaje del cuerpo no es igual, pero esto no significa que sea más importante para el uno o para el otro. Para ambos es una nueva conquista que sólo puede ser llevada de la mano de Dios. En esta entrada te comparto unos consejos que pueden ayudarte a seguir reafirmando tu decisión de remar contracorriente llevando a la castidad como bandera. Estos consejos son para todos, jóvenes solteros e incluso noviazgos que han caído y juntos han tomado la decisión de esperarse y volver a empezar.
-Vuelve tu mirada a Dios
En Dios está el primer y verdadero amor, a Él debe ser nuestra completa entrega. Llegar a los brazos de Jesús, te hará sentir nuevamente como aquel pequeño niño necesitado de su protección. En tu miseria, Él te ve con ternura y te perdona, renueva tu vida y sana tu corazón. Es importante dar ese primer paso de fe, vivir un sincero arrepentimiento y querer hacer las cosas diferentes, agradables a Dios; ahí inicia ese camino de conversión en el cual Dios seguirá siendo tu roca y tu fuerza.
Los sacramentos son un regalo maravilloso para regresar la mirada a Dios: en la confesión podemos desnudar el alma y recibir un nuevo manto de pureza y gracia; en la eucaristía diaria empezamos a vivir esa intimidad con el Señor como esposo que entrega su cuerpo y su sangre por nosotros, que se nos hace alimento para saciar nuestra hambre y nuestra sed. En cada eucaristía vivimos el hacernos uno con Jesús, quien es nuestro amado.
Regálate la experiencia de vivir un retiro de sanación y conversión; a los pies de la cruz deja tus luchas, mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. […] Así podrás renacer, una y otra vez, (Cristo Vive #123) para resucitar con Jesús. Si el Señor, con su gracia, arranca de tu corazón las impurezas, tu cuerpo quedará santificado por la castidad. Por eso, te invito a hacer una promesa de castidad, frente al Santísimo, entrega a Dios tus pasiones y pídele que oriente tus deseos. Desde tu estado de vida como soltero puedes entregar tu vida al servicio y a la evangelización.
-Perdónate, puedes volver a amar
Una vez reconoces el perdón de tu Padre Dios, es momento de soltar esos sentimientos de culpa que te atormentan. No puedes cambiar tu pasado, pero tu presente y tu futuro pueden ser diferentes. Perdónate aún cuando los pensamientos de haberle fallado al Señor se quieran apoderar de ti. Si no te perdonas tu error, te costará abrir tu corazón incluso para volver a amar, pues el fantasma de volver a caer rondará tu vida. Si entras a una nueva relación, sé prudente y sé honesto con tu pareja, pero no te cierres a la oportunidad de volver a vivir. No por miedo a fallar, vas a dejar de intentar. Aún puedes vivir ese amor como siempre lo has soñado.
Al perdonarte, haces las paces con ese pasado. Mira tu historia cuando ores, y en ella encontrarás tanta misericordia (Gaudete et Exsultate #153) qué sabrás que Dios nunca se ha olvidado de ti; y por eso tu presente lo puedes vivir conforme a la voluntad de Dios. Aún puedes serle fiel y tu testimonio puede ser luz en el mundo para aquellos que quieren optar por la castidad.
-Conócete, cuida tus sentidos
Si estás soltero, ¿qué mejor tiempo que este para conocerte? Cuando empezamos a reconciliarnos con nuestra historia, con nuestro cuerpo, podemos dar pasos en ese conocimiento. Primero , reconoce tu dignidad de hijo, reconócete amado desde siempre, reconócete un sueño de amor de Dios desde tu creación. Entiende tu masculinidad o tu feminidad como Dios la pensó, y en tu esencia reconoce que eres valioso por el hecho de ser tú mismo. Necesitas quererte a ti, conocerte a ti y cuidarte a ti para querer y conocer a los demás.
Cuida tus sentidos que pueden ser puerta de tentación. El cuerpo tiene memoria y debes sanar cada uno de los episodios que viviste. Sé consciente de qué cosas no ayudan en tu proceso. ¿A dónde se dirige tu mirada? Vivir en tu nueva virginidad no solo implica no tener relaciones sexuales sino tener un nuevo corazón, uno tan limpio, en el que no caben las miradas impuras, ni la pornografía. ¿Qué conversaciones o música escuchas? Si todo el tiempo llenas tu mente con letras basura que degradan a la mujer, o si participas de conversaciones con comentarios de doble sentido, será muy difícil perseverar. Olores y sabores también pueden requerir un proceso de sanación: respira con serenidad, contempla en la creación y siente cada uno de sus aromas; ofrécele al Señor una renuncia a algún dulce que te guste, o a una comida que disfrutes mucho, y pídele que restaure tu gusto; que tu lengua sólo pronuncie palabras para su Gloria. Que tus manos sólo sean usadas para la alabanza y la adoración, y no para caer en masturbación o en toques inapropiados.
Si estás en una relación, y decidieron juntos vivir la espera, conózcanse, se desnuda el alma cuando se conversa en profundidad. Así mismo, no se sometan a situaciones de peligro que saben no pueden sobrellevar. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil (Mt 26,41). Conocerse también implica reconocer su talón de aquiles, qué situaciones o incluso expresiones de amor pueden hacerlos caer; se trata de hablar desde la sinceridad y la madurez, para que sean apoyo mutuo y caminen en la misma dirección, enfocando sus deseos y pasiones. La comunicación es clave en este proceso, pues vivir la castidad no debe ser una lucha que consuma sus energías, sino que por el contrario debe ser el desarrollo pleno de la persona.
-Cultiva buenas amistades, no estás solo
Recuerda que en este proceso no estás solo. El Papa Francisco nos enseña sobre el valor de la amistad y nos regala estos mensajes que hacen un profundo eco en el corazón: “La amistad es un regalo de la vida y un don de Dios. Los amigos fieles, que están a nuestro lado en los momentos duros, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su presencia amable.” Tener un buen amigo no es conversar largas horas y hacer planes, sino que va más allá, pues también implica exponer heridas y abrirle el corazón para que Dios por medio de ese amigo, traiga consuelo y alegría a tu vida. Rodéate de amigos que luchen por este mismo ideal, que anhelen tanto la santidad como tú, que quieran perseverar en la fe y en la castidad. No tienes que llevar tu solo lo que, en realidad, nunca podrías soportar tu solo (Gaudete et Exsultate #4). En esta lucha somos miles de jóvenes los que queremos remar contracorriente. Busca testimonios y páginas de jóvenes católicos que así como nosotros, han optado por la virtud de la castidad.
-Guarda tu corazón, estás hecho para la Santidad
Nunca es demasiado tarde para custodiar la intimidad del propio cuerpo, nunca es tarde para guardar el corazón (Pr 4,23). Vale la pena esperar, y esa espera es un camino de crecimiento y madurez que nos prepara desde la soltería o el noviazgo para vivir la fidelidad en el matrimonio. Estando en el mundo, serán muchos quienes señalen, juzguen nuestras decisiones e incluso se burlen de nuestra opción de castidad, pero no tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Al contrario llegarás a ser lo que Dios pensó cuando te creó (Gaudete et Exsultate #32, #34). No es un camino fácil, pero Dios da la gracia para perseverar. Te animo a vivir en esta nueva oportunidad cuidando tu más valioso regalo.