Por Omar Oviedo.
Bastante utópico el encabezado, pero tan desafiante como volar sin alas o bucear sin oxígeno. En estos tiempos donde conectar con una persona es tan sencillo como hacer clic, dar un like o enviar un mensaje al inbox, pero que es tan difícil entablar una conversación de corazón a corazón, pareciera que ambas palabras perdieran totalmente su valor, tergiversado por comodidades, apariencias, orgullo, egoísmo, vanidades, que en definitiva terminan afectando las relaciones humanas.
En todas las relaciones, las personas buscan algo, en la mayoría de las veces dar y recibir, esperando siempre la reciprocidad afectiva. Son pocas las personas que no se fijan verdaderamente en esto, en el mundo y la sociedad de hoy nos da miedo, nos cuesta. No tenemos seguridad alguna cuando esto no sucede, queremos que sea siempre un movimiento pendular donde doy y me dan; convirtiendo en muchas ocasiones las relaciones en un gana-gana o en el peor de los casos uso y abuso.
La expresión AMAR PROBREMENTE, implica una libertad interior ganada con la sinceridad y la confianza forjadas en la relación, es sin duda alguna la expresión más amplia para definir el amor como modo de ser y razón de la existencia. No es otra cosa que abrir toda la persona a la donación oblativa e incondicional, es el conjunto de emociones, sentimientos y actitudes que dinámicamente nos vuelcan al otro.
El adjetivo de pobreza dice más que dejar la ostentación a un lado, es una invitación que lleva a asumir al Otro con mayúscula y al otro con minúscula, lo que es y lo que nos provee. Esta es entendida desde el vaciamiento para hacerle espacio a Dios Y en Dios al prójimo. Es una invitación que nos motiva a abrazar la propia pobreza y hacerla riqueza en la pobreza de Cristo, que siempre será ganancia.
Estas palabras las compartió conmigo una amiga religiosa, luego de varias conversaciones acerca de las relaciones humanas y nuestra relación con Dios. Y he querido compartírselas a ustedes porque, en definitiva, para amar se requiere de decisión y disposición; decidir vaciarte completamente de tu “yo” egoísta y disponerte a donarte para con el otro.
Amar pobremente puede sonar contrapuesto, pero ¿Quién puede negar que el amor lo mueve todo? Hace un par de años, mi hermano contrajo matrimonio con su hermosa novia, y en el brindis las palabras de mi abuela hacia esta pareja recién casada fueron: “que Dios los guíe para que tengan los más de 50 años que tengo con tu abuelo”; y en medio de risas y aplausos escuché las palabras más tiernas y al mismo tiempo más desafiantes que pude haber escuchado: “un amor para la eternidad”. Con esto comprendí que amar, es una decisión y una disposición que crece con el paso de los años, porque “el amor que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres” (Amoris laetitia, 134).
Es el mismo amor pobre que experimentó San Juan Diego desde la primera vez que la Virgen María le hablaba de corazón a corazón en el Tepeyac y que hoy en su día recordamos con mucha alegría. Ese mismo amor pobre que lo movió a confiar siempre en las palabras de Nuestra Señora y que hoy retumban en nuestros corazones y debe resonar en toda relación de amigos, novios y esposos: “No temas, ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”
Arriésgate en este tiempo de adviento y preparación de navidad a confiar tu corazón a la Virgen María cómo lo hizo San Juan Diego.
Querido joven, te invito a que ames pobremente, no te conformes con lo que brinda la sociedad de consumo: lo instantáneo, efímero, express, lo que requiere poco esfuerzo y una satisfacción inmediata. No tengas miedo de donarte completamente a otra persona, de hablar de corazón a corazón, de dar el primer paso y amar pobremente, como bien lo dijo santo Tomás de Aquino: «pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado»*.
Recuerda: Estás llamado a un amor verdadero con características distintas a las que la sociedad nos muestra el día de hoy, porque «El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).
En conclusión, amar pobremente significa que “el amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, «sin esperar nada a cambio» (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es «dar la vida» por los demás (Jn 15,13) …
¿Todavía es posible este desprendimiento que permite dar gratis y dar hasta el fin? Seguramente es posible, porque es lo que pide el Evangelio: «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10,8).” (Papa Francisco,2016)
Ahora te pregunto: ¿Estás dispuesto a Amar Pobremente?
Referencias
Papa Francisco, (2016). Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia.
http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html#Desprendimiento
Summa TheologiaeII-II, q. 27, a. 1, ad 2.