Por @andreastefaniapp

El cambio de año es siempre un buen motivo para hacer una pausa e introspección de lo vivido, hacer nuevas resoluciones y en muchos casos volver a empezar. Que sea esta la oportunidad para hacer un análisis del 2020 también en materia de afectividad y sexualidad, y disponer el corazón para que por acción del Espíritu Santo podamos ser renovados en Espíritu y en Verdad y se nos conceda la gracia de vivir en castidad.

Volver a empezar es animarse a seguir el camino de santidad al que estamos llamados, aun sabiendo que somos débiles y frágiles, pero confiamos que en nuestra debilidad es donde la mayor fuerza de Dios se manifiesta (2 Co 12,9). Sí, probablemente hemos tenido fallas, desencuentros, errores, tanto con nosotros mismos como con nuestro prójimo, hemos buscado la ocasión de pecado, hemos consentido la libido y la búsqueda de placer, hemos ofendido al hermano, hemos faltado al perdón, hemos caído estando en soledad y en compañía, pero siempre podremos volver a comenzar.

Si has optado por vivir la castidad y este año cometiste errores, quiero recordarte que tus caídas no te definen. Que siempre puedes volver a seguir entrenando en el gimnasio del alma (vida Sacramental) para resarcir, purificar y restaurar, abriéndote a la gracia de Dios para que pueda hacerte de nuevo. Lo importante al caer es levantarse y seguir el camino con la esperanza en que Dios escribe recto aún en las líneas torcidas de una persona. Claro está, recordando siempre no abusar de la misericordia de Dios. Un gran regalo para tu alma al terminar este año es hacer un buen examen de conciencia y acudir al sacramento de la confesión, sin miedo a decirle al confesor “Padre, he pecado” porque verdaderamente Jesús ya sabe la verdad y te perdona siempre, pero quiere que le digas lo que Él ya sabe.

Que desde el estado de vida en el que estemos -solteros, en una relación de noviazgo, o casados- incluyamos dentro de nuestras resoluciones del nuevo año, vivir una sana afectividad y sexualidad. Cuidar nuestro cuerpo, emociones, sensaciones aun estando en soledad, porque nuestras victorias privadas nos darán la confianza necesaria para ser testimonio de verdad. Seremos cada día más libres si logramos dominarnos y encauzar nuestros deseos e impulsos.

Si estamos solteros volvamos a empezar cuidando lo que vemos, escuchamos, hablamos y hacemos. Muchas cosas no nos llevan necesariamente al mal, pero tampoco nos edifican en nada. Si por ejemplo escuchamos constantemente música que induce a la ligereza en la vida sexual, nuestro inconsciente puede terminar alimentando deseos y en cuanto exista oportunidad, la voluntad se guiará hacia cumplirlos (ver entrada de las potencias del alma). Por eso, cuidemos nuestra alma desde lo sencillo pero importante, como la música, películas, series, nuestras relaciones y las conversaciones que tenemos. No se trata de satanizar, sino de realmente ayudarnos a nosotros mismos y filtrar aquello que decidimos que entre por nuestros sentidos. Por otra parte, volver a empezar es también alimentar el alma durante la espera. En esta etapa de soltería la espera es muy desafiante, y puede que sientas que los años pasan y tus fuerzas y esperanzas se agotan, por eso es necesario cultivar en el corazón una fuerte relación con Dios, que quiere desposarse contigo, amarte y hacer de tu espera un tiempo de gracia, de plenitud, una espera activa, esperanzada y fecunda, porque el Señor, en la espera prepara el corazón.

Si estamos en una relación de noviazgo, volver a empezar es aprender a vivir la castidad en pareja, aprendiendo de esta virtud y adoptándola como un hábito de vida. No es fácil lo sé, y muchos estamos en el camino de aprender, pero es necesario para poder realmente abrirse a la oportunidad de un amor de verdad, que tenga apertura al orden de todo lo visible e invisible, que encauce verdaderamente toda la energía y las ganas de amar a la fuente del amor: Dios. Volver a empezar proponiéndote que en tu relación de noviazgo no hagan nada que afecte sus almas y luego tengan que confesar, evitar todo aquello que les sea ocasión de pecado, y entrenándose en hacer el amor de verdad, no desde la genitalidad, sino desde procurar el bien del otro y afirmar su persona en cada abrazo, palabra, cada acto de servicio, cada detalle, cada momento vivido (ver entrada de los lenguajes del amor). Que en el noviazgo se pueda aprender a espaciar la gratificación, fortalecer nuestra voluntad hacia el bien sin apresurarnos, porque de la carrera solo queda el cansancio.

Si ya gozamos de una relación de esposos, que ha hecho del amor conyugal algo tan sublime y elevado por el sacramento del matrimonio, volver a empezar es cultivar la fidelidad en todo sentido. No solo de cuerpos sino también del alma, recordando que como esposos han de ser los mejores amigos, apoyo y compañía en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y la riqueza, en la noche y en el día, en la fuerza y la debilidad. Permanecer abiertos a la vida, pero también con responsabilidad, aprender a danzar con la música interna que marcan sus cuerpos para donarse en amor y viviendo también la castidad en su matrimonio.

En fin, sin importar el estado, ni la edad, ni el pecado, SIEMPRE, SIEMPRE ES POSIBLE VOLVER A EMPEZAR. Pero sin olvidar que no estamos solos, que tenemos un Dios que camina con nosotros que está alentándonos constantemente para que nos abramos a su amor, le permitamos sanar todas nuestras heridas, disipar nuestros más temibles miedos y caminar con su gracia hacia Él, a donde pertenecemos. Y si eres también de los que se ha abierto a la evangelización y ha aceptado el llamado de dar a conocer el amor de Jesús, te animo, nos animo, a continuar, aún en la fragilidad, aún en los desiertos que podamos pasar, y te extiendo a ti que lees las palabras que el Señor un día nos regaló a una gran amiga y a mí: “debemos ayudar a regar el desierto de otras almas, aun estando nosotros en el nuestro”

¡Ánimo! Despidamos el año con gratitud de lo vivido, es realmente una gracia seguir cultivando la esperanza de querer hacer las cosas diferentes en un mundo tan desafiante como el nuestro. Que para ello nuestra mayor motivación sea el amor Dios, ese que se derrama día a día sobre nosotros con su amor de Padre y amigo, y quiere ser uno con nosotros.  Ha sido un año difícil, y sin duda hay muchos corazones necesitados de amor y consuelo, seamos también en este tiempo instrumento de amor para que Cristo pueda llegar a ellos.  Y siempre recordemos que en medio de todo lo que ha acontecido, Dios siempre ha sido fiel a su promesa y es estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos; es esa promesa la que finalmente nos dará la seguridad, voluntad y determinación para en verdad volver a empezar.