Cuando alguien nos atrae, generalmente es por una razón particular, puede ser por su actitud ante la vida, alguna de sus virtudes o lo que nos deja ver de su esencia. Sin embargo, hay ocasiones en las cuales, sentimos atracción por una persona, pero “no sabemos por qué”; él o ella, tiene “un no sé qué, no sé dónde”, al que nos sentimos atraídos sin conocer la razón, a veces muy a pesar de que dicha persona no tenga el mejor comportamiento.
Lastimosamente, en algunos casos, cuando existe una fuerte atracción hacia alguien sin un fundamento en sus intereses, cualidades o personalidad, es porque esta persona puede recordarnos con su actitud, una situación del pasado, inconscientemente conocida. Es precisamente por esta razón, que muchas personas que vienen de familias disfuncionales, sin darse cuenta, repiten en sus relaciones futuras, patrones de vida conocidos, relacionándose con personas problemáticas, violentas, sumidas en algún vicio como drogadicción o alcoholismo, que les permiten revivir sus luchas de infancia.
Todo parte de la niñez
Cuando somos niños tenemos una necesidad constante y latente de amor y naturalmente lo buscamos dentro de nuestra familia; al no encontrarlo tratamos incesantemente de que esta persona, ya sea nuestro Padre o Madre, nos demuestre ese amor. Hacemos de todo para conseguir muestras de su afecto y luchamos de alguna manera para que eso cambie y obtengamos finalmente lo que estamos necesitado: amor.
Un ejemplo de lo expuesto anteriormente, lo encontramos en Juanita, una mujer cuyo Padre no era muy afectuoso, sino que tenía un trato distante. Esta niña que creció con un vacío afectivo, probablemente en su juventud u adultez, puede sentirse inconscientemente atraída hacia personas “secas” y poco afectuosas. De esta manera, Juanita, en su niñez probablemente trató muchas veces de conseguir que su Padre le diera el afecto que necesitaba, pero al no conseguirlo quedó con una cuenta pendiente. Al crecer, empieza a sentir atracción por un hombre seco, parecido sin saberlo a su Padre, y trata de saldar su deuda pendiente, luchando para que este nuevo hombre en su vida cambie y le demuestre amor, ya que no pudo lograrlo con su Padre.
Como lo expresa la psicóloga Robin Norwood*, en su libro “Las mujeres que aman demasiado”, debido a que Juanita nunca pudo convertir a su progenitor en el ser atento y cariñoso que anhelaba, “reacciona profundamente ante la clase de hombres emocionalmente inaccesibles a quienes puede volver a intentar cambiar, por medio de su amor. Quizá su lucha haya sido con uno solo de sus padres, quizá con ambos. Pero lo que haya estado mal, lo que haya faltado o haya sido doloroso en el pasado es lo que [Juanita] está tratando de corregir en el presente”
Hasta aquí digamos que “no es tan grave” -aunque si lo es-, porque podríamos pensar que si está mujer logra que esta nueva persona le demuestre amor, sería un “final feliz”. Sin embargo, la realidad es otra. Juanita no sabe que es lo que realmente le gusta de esta persona, no sabe que le atrae una situación de su vida pasada que vuelve a recrear una y otra vez, intentando salir victoriosa. Entonces en el hipotético y raro caso, en que ella finalmente logre que este hombre sea más afectuoso con ella y ya no sea mezquino en el amor, ella ya no se sentirá tan atraída como antes hacía él.
Una persona que no está acostumbrada a un amor sano, sino a amares tóxicos, es una persona que difícilmente sabrá disfrutar de una relación armoniosa. Cuando encuentre a su alrededor personas sanas, las encontrará aburridas o que “algo les falta”, simplemente porque no ha sanado y aún tienen asuntos internos por resolver. Estos asuntos, hacen que se sienta atraída por personas que reproducen la lucha que soportó con sus padres, cuando trataba de ser lo suficientemente buena, cariñosa, digna, útil e inteligente para ganar el amor, la atención y la aprobación de aquellos que no podían darle lo que necesitaba, por sus propios problemas (Norwood, 1986)
Este círculo vicioso se podría repetir una y otra vez, a menos que conozca verdaderamente su historia, y deje que el Señor que es el verdadero amor, sane sus heridas.
Si no sabes porque alguien te gusta, a pesar de que se comporta de manera grosera, o es una persona muy rebelde, o con algún vicio o adicción, si vas de relación toxica en relación toxica, y siempre sientes que te gustan personas que te traen problemas, ten mucho cuidado, porque seguramente detrás de eso hay una herida escondida. Exista la posibilidad de que estés desconociendo tu propia historia y estés tentada a repetirla.
La buena noticia es que, si leíste esto, estás a tiempo de entregarle tu corazón al Señor y que sea Él que sane todas tus heridas. Que puedas sanar en sus manos, que sepas lo que verdaderamente es el amor. Para que así, cuando encuentres personas sanas a tu alrededor con las cuales puedas construir buenas relaciones, lo hagas realmente sobre la roca, que sanes tu pasado y no te condenes a repetir patrones de vida. Jesús hace nuevas todas las cosas y también puede hacerlo contigo y tu historia.