Por @jeicer4

“Cuando te decidas con firmeza a llevar una vida limpia, para ti la castidad no será carga, será corona triunfal» 

San José María Escrivá

En la búsqueda compleja de un proyecto de vida, se dibuja un futuro incierto, con trazos a tinta indeleble y otros muchos a carboncillo. En un hombre, el deseo de realización personal y profesional, es muchas veces acompañado por el deseo de compartir dicha realización con una mujer sabia, que ayude a “edificar un hogar” (Proverbios 14, 1) y así ambos alcanzar una realización mayor. Sin embargo, en aras de construir con Dios ese proyecto de vida, antes de pensar en encontrar o conquistar una sabia mujer, una como María, es bueno detenerse y pensar, si para esa María, se es realmente un San José. 

Para una buena mujer, mujer de Dios, mujer divina, mujer santa -ojo, se habla de mujer, no de persona sin defectos- es necesario ser hombre justo, fiel, dado al servicio, y dispuesto a entregar su vida en amor por su “costillita». Se recalca, se habla de hombre, no de persona sin defectos, porque la unión, en cualquier ámbito de la vida, es un constante conocimiento, desarrollo interpersonal, y reinicio en la acción misericordiosa de Dios en la vida de cada uno. 

Las realidades del ser humano, conllevan al desarrollo interpersonal en su comunidad, edificando consigo personalidad, aptitudes, y fomentando el libre albedrío. Intencionalmente, Dios permite fortalecer la paciencia, permite la soledad, permite la prueba: “Dijo Yahveh: Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner tu mano en él” (Job 1, 12). En la obediencia de Job, se ve fortificada la confianza y constante espera en el Buen Padre Dios, quien anima y alienta a mantenerse en relación permanente, en oración ardiente. 

Y es precisamente en esa relación con Dios, en la cual, a la luz del Espíritu Santo serán mostradas todas las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas que hacen el lleno de nuestro ser comportamental. El afianzar nuestras cualidades y virtudes con esmero, es un trabajo arduo, y aún más imperativo cuando se desea conocer el amor que Dios, tiene preparado para cada uno de nosotros. En los defectos y malos hábitos, la lucha es aún mayor, porque se batalla contra nuestro propio ser, pasiones, miedos, deseos y gustos. 

Afortunadamente, en tal importante lucha, se cuenta con el ejemplo de un Santo aliado. En la relación con el Buen Jesús, imagino a San José, enseñando comportamientos propios de un buen hombre, fiel, justo, astuto en el diálogo, reservado y en silencio, viviendo las costumbres y fe con amor, y siempre anteponiendo la voluntad de su Padre Dios, en su vida. Pero ¿Cómo sería el trato que en vida tuvo este José con nuestra Santa María, esa mujer con don de vida, aceptación, servicio, fraternidad, pujanza, y perseverancia? 

El evangelio ayuda a responder este interrogante, en palabras del Padre Ignacio Larrañaga: “Mateo, presenta a José como un hombre justo, es decir sensible para las cosas de Dios. José, pues, con esa sensibilidad, debió ver en María algo más, y otra cosa, que una muchacha atractiva; debió apreciar, en ella, un algo especial, algo diferente, un misterio” 

No es buen consejo las reacciones apresuradas, y es esa sensibilidad para las cosas de Dios, lo que le permitió al Patrono de la Iglesia Universal, ser gran ejemplo de esto. Pues bien, aun así, en la desesperanza e incertidumbre, ante el embarazo de la mujer que había elegido para esposa, él mantuvo la fe, y en la escucha a Dios, tomó las decisiones correctas. Padre adoptivo de Jesús, ¡que difícil!, pero con Dios, él hizo una gran labor. 

Que Dios ayude a todos los hombres a desear y trabajar por ser un hombre del talante de José: “Sensible a las cosas de Dios, preocupado más de los demás que de sí mismo, capaz de comprender y de perdonar, capaz de tener control de sí mismo para no dejarse llevar por una decisión precipitada, capaz de esperar y de sufrir él mismo, en lugar de que sufran los demás, capaz de amar oblativamente” (Larrañaga, 1997)

También, la figura de Jesús, educado por ese San José, pauta la acción comportamental y ética en el trato familiar, en la búsqueda del proyecto de noviazgo, del proyecto de matrimonio, o de la vocación religiosa. JESÚS, tampoco se hizo de la nada, se formó manteniéndose, en oración fervorosa al Padre, diálogo innato del Hijo que clama a su Papito, su protección, sus enseñanzas por medio del Espíritu Santo, y la providencia divina de su Ser. 

Finalmente, dice Josemaría Escrivá “cuando te decidas con firmeza a llevar una vida limpia, para ti la castidad no será carga, será corona triunfal». Ora, persevera y confía, que para cada “José”, Dios prepara una “María”.

 

Referencias

Proverbios 14, 1.

Job 1, 12

Mateo 1, 19

El Silencio de María, Padre Ignacio Larrañaga (1997)