Si eres una mujer que quiere crecer en pureza, nuestra Madre y Señora Santa María es tu aliada y amiga. Tal como dijo San Luis María Grignion de Montfort, Maria es la dispensadora de todas las gracias de Dios*. Ella la mujer más pura, puede ayudarnos en este caminar hacia una verdadera vida de santidad. “Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).
En esta ocasión queremos compartirles un aparte del libro “Feminidad Pura” de Crystalina Evert, sobre orar con María pidiendo su intercesión para recibir esta gracia:
“Si nunca has tenido una especial devoción por la Virgen María, comienza a hacerlo pidiéndole que interceda por ti para tener la gracia de la pureza. Con esta gracia verás que una vida pura no es la vida de una puritana; es la vida de una mujer pura, enamorada de su Dios y llena de esperanza. Como hijas del Rey del Cielo, dejemos que nuestro único deseo sea el mismo de Santa Faustina: “Desde hoy procuraré la máxima pureza del alma, para que los rayos de la gracia de Dios se reflejen en mí con toda su claridad. Deseo ser el cristal para encontrar complacencia ante sus ojos”.
María no sólo nos ha dado a Jesús, también Jesús nos ha dado a su Madre, María, para que sea nuestra Madre. No hay miedo, soledad profunda o anhelo que Ella no haya experimentado. María conoce nuestras necesidades como mujeres jóvenes dado que Ella también lo fue, y está dispuesta a ayudarnos.
Oración Diaria a María
María, hija amada de Dios Padre, entrego mi alma a tu cuidado. Protege la vida de Dios en mi alma. No me dejes perderlo por medio del pecado. Protege mi mente y mi voluntad para que todos mis pensamientos y deseos sean agradables a Dios.
Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
María, Madre de Dios Hijo, entrego mi corazón a tu cuidado. Deja que te ame con todo mi corazón. Deja que siempre busque amar al prójimo. Ayúdame a evitar amistades que me puedan alejar de Jesús y llevarme a una vida de pecado.
Dios te salve María…
María, amada esposa del Espíritu Santo, entrego mi cuerpo a tu cuidado. Ayúdame a recordar siempre que mi cuerpo es la casa donde vive el Espíritu Santo. No me dejes pecar contra Él con pensamientos o acciones impuras, sola o con otros.
Dios te salve María…
Amén
Referencias
*Grignion de Montfort, L. M. (1973). Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Roma.
Evert Crystalina. Feminidad Pura. Pag. 23-24.